CAPITULO IV
Pise el acelerador a fondo, en cierto sentido, porque lo que hice fue presionar con fueraza un botón del joystick.
Tomaba las curvas como si nada, que buen auto que era. A pesar de estar echo trisas por fuera, la performance era excelsa. Lo único que me molestaba un poco eran los jadeos de cansancio del abogado. Pero si se pensó que por eso iba a desacelerar estaba muy equivocado. A mí que me importa un abogado metido en el motor de un auto, con un traje caqui barato, todo sudado.
Prendí la radio para cubrir los ruidos del abogado.
En la radio se escuchaba un chistido dirigido hacia mi, “chist chist, Marcos, tengo colas de pescado secadas en sal a la venta”, mire la radio y me reí, “ya tengo, gracias Boby”. Y la cabeza de Bob Marley que había surgido del dial se volvió al mundo de los MHz dándole una buena calada a un cigarro de marihuana.
¿Será que la marihuana es el resultado de que Mari planto una iguana?
Llegamos como un rayo al juzgado, el abogado abrió el capo y salto como todo un atleta. “Estamos a tiempo, pero me tengo que cambiar para el juicio, huey huey”. Me dio el maletín para que lo sostuviera mientras el lo abría, al mismo tiempo que un gato caminando en dos patas pasaba fumando una pipa de vidrio.
De dentro del maletín que parecía no tener fondo, saco un vestidor portátil el cual instalo en medio de la acera en menos de dos segundo. Se introdujo en el junto con el maletín que arrebato de mis manos mientras que se escuchaba “uop uop ap ap”; el vestidor se movía para todos lados, como si dentro de el estuviera siendo llevada a cabo una pelea de perros.
Mientras tanto vi pasar un elefante de seis patas, era de un color azul oscuro mezclado con gris, de los cuernos le salía humo. Eran como chimeneas de tren y el elefante tenia mirada severa. Las patas se movían con pasos rápidos y cortos. Dio vuelta en U y se estaciono justo detrás de ahora, mi auto.
Al momento que lo hizo, el abogado salio del vestidor con ropa de mujer y una peluca larga y rubia. Le dije que tendría que haberse afeitado “tendrías que haberte afeitado”. Se toco la sombra de la barba con la mano y me dijo que tenia razón “tenes razón”.
No caminaba muy bien de tacos, y el color rojo del vestido no le favorecía. Pero de ultima era un hombre, así que ya bastante espantajo era de por si al estar vestido, con si, un vestido de mujer.
Tomaba las curvas como si nada, que buen auto que era. A pesar de estar echo trisas por fuera, la performance era excelsa. Lo único que me molestaba un poco eran los jadeos de cansancio del abogado. Pero si se pensó que por eso iba a desacelerar estaba muy equivocado. A mí que me importa un abogado metido en el motor de un auto, con un traje caqui barato, todo sudado.
Prendí la radio para cubrir los ruidos del abogado.
En la radio se escuchaba un chistido dirigido hacia mi, “chist chist, Marcos, tengo colas de pescado secadas en sal a la venta”, mire la radio y me reí, “ya tengo, gracias Boby”. Y la cabeza de Bob Marley que había surgido del dial se volvió al mundo de los MHz dándole una buena calada a un cigarro de marihuana.
¿Será que la marihuana es el resultado de que Mari planto una iguana?
Llegamos como un rayo al juzgado, el abogado abrió el capo y salto como todo un atleta. “Estamos a tiempo, pero me tengo que cambiar para el juicio, huey huey”. Me dio el maletín para que lo sostuviera mientras el lo abría, al mismo tiempo que un gato caminando en dos patas pasaba fumando una pipa de vidrio.
De dentro del maletín que parecía no tener fondo, saco un vestidor portátil el cual instalo en medio de la acera en menos de dos segundo. Se introdujo en el junto con el maletín que arrebato de mis manos mientras que se escuchaba “uop uop ap ap”; el vestidor se movía para todos lados, como si dentro de el estuviera siendo llevada a cabo una pelea de perros.
Mientras tanto vi pasar un elefante de seis patas, era de un color azul oscuro mezclado con gris, de los cuernos le salía humo. Eran como chimeneas de tren y el elefante tenia mirada severa. Las patas se movían con pasos rápidos y cortos. Dio vuelta en U y se estaciono justo detrás de ahora, mi auto.
Al momento que lo hizo, el abogado salio del vestidor con ropa de mujer y una peluca larga y rubia. Le dije que tendría que haberse afeitado “tendrías que haberte afeitado”. Se toco la sombra de la barba con la mano y me dijo que tenia razón “tenes razón”.
No caminaba muy bien de tacos, y el color rojo del vestido no le favorecía. Pero de ultima era un hombre, así que ya bastante espantajo era de por si al estar vestido, con si, un vestido de mujer.