Wednesday, September 19, 2007


CAPITULO V

Mientras el abogado subía las escalinatas que llevaban a la corte, y lo hacia con toda la dificultad que los tacos le podían proveer, yo me quede mirando al elefante que de cierta manera se había ganado mi atención. O sea, era un elefante de seis patas y que emanaba humo de los colmillos.
De sorpresa, una tapa se abrió donde se encontraban las costillas del elefante y de dentro salio un viejo de bigote puntiagudo estilo francés, gafas de piloto de avión (de esas de la segunda guerra mundial) y una escafandra blanca que le envolvía el cuello de forma elegante. Cuando el piloto se bajo, al elefante le hizo cosquillas y se comenzó a reír de forma alocada, con una risa fina y chillona. Difícil de creer que procedía de una animal tan grande.
El tipito era flaco como un palo de escoba, y debía de medir dos metros y monedas. Parecía un poste de luz con lentes y bigote, una perla entre todas las cosas locas que había visto hasta el momento.

Se presento a si mismo como el abogado litigante de la causa contra el arco iris, lo hizo con una gran reverencia. Según el, su nombre era Deum le Croissant. Yo le dije que el mío era Don Marcos del Pan Salado y el Vino Tinto, regente de las viñas del sur, a lo cual reacciono con un OOOH de admiración por lo largo del nombre y la aparente importancia que esto me daba.
Me dijo que le gustaría charlar mas pero que tenia que atender a un juicio, luego de lo cual se encamino con unas enormes zancadas a la misma escalera que el abogado vestido de mujer subiera momentos antes.

Mire de reojo al elefante nuevamente que estaba sentado en sus cuartos traseros y mascaba chicle. Ahora estaba haciendo una gran burbuja de aire, la cual le exploto en la cara y le cubrió toda la cabeza, se quedo quieto por un momento y de repente se largo a reír de nuevo con esa carcajada fina que tanto me asombraba.
Cuando me canse de mirar al elefante reír, me di cuenta de que un juicio, que aparentemente estaba atrayendo a muchas personas estaba por ser llevado a cabo, lo cual me hizo reaccionar, no podía perderme este evento. Corrí rápidamente por las escalinatas siguiendo el público en aumento, entrando en una enorme sala recubierta del mármol más blanco que había visto. Era la sala del juicio.